INTRODUCCIÓ










No és poca la literatura publicada al voltant de Pilar Montaner. Sobre el seu enorme esperit escrigueren autors de la talla de Rubén Darío, Unamuno, Azorín, Gabriel Alomar o Eugeni d'Ors, i la seva capacitat artística va ser venerada per alguns dels millors pintors de l'època i per molts dels que van protagonitzar la cultura i el bon saber en aquell temps estrany que els va tocar viure. Sorolla, Toni Ribas, Anckerman, Rusiñol, Anglada Camarasa, Toni Gelabert, John Singer Sargent, l'Arxiduc Lluís Salvador i tots els que van tenir veu a la Mallorca de principis de segle XX admiraren l'excel·lent obra pictòrica i els posats d'aquesta menuda però increible dona.


Però a diferència de tots els noms citats, el seu no encapçala enciclopèdies ni apareix citat en els llibres de text. L'explicació potser es pugui trobar en una concatenació de greus problemes personals, que va començar amb la ruïna sobrevinguda de la seva família i que es va allargar amb la malaltia i mort prematura de la major part dels seus catorze fills. Però també és molt probable que el seu nom hagi estat gairebé oblidat per ser dona en un món d'homes. Resulta precisament paradoxal i revelador que algunes de les millors crítiques que rebés en vida fessin referència a la virilitat de la seva pinzellada com una de les seves millors virtuts ...


És hora de donar-la a conèixer a les generacions actuals. És el moment de rescatar de l'oblit i admirar les seves genials quadres, tant els que pertanyen a la seva primera època -encara ajustats als rigors dels cànons d'un segle que agonitzava- , fins als que va imaginar i va elaborar quan la seva mà es tornà valent i seva pinzellada escruixidora.


Seria també extraordinari que per un moment poguéssim participar dels seus pensaments a través de la seva pintura, que aconseguíssim veure a través dels seus ulls aquesta Mallorca a la qual va adorar, amb les seves pedres, els seus paisatges i la seva gent, que poguéssim participar de l'entusiasme per una vida -de vegades somiada, i moltes vegades terrorífica- apurada fins a les últimes conseqüències, amb Juan Sureda, el seu marit, i l'intens amor que va sentir cap als seus fills.



És de justícia que ara li tornem part de tot aquest amor que va moure la seva vida i la seva obra.





traducció




EUGENI D'ORS a Pilar (A la Cartoixa de Valldemossa, 21 d'agost de 1920)








Pilar es una llama. Tiene de la llama la tenuidad, el brillo y, a veces, la palidez azul, centrada por una fina rubicundez.

Se mueve, ligera y vacilante, sobre las cosas. Danza entre ellas, trémula de inquietudes.

Ahora se agacha, y parece a punto de morir.

Ahora se yergue; y, en un elástico serpenteo crepitante, se lanza, como si quisiera alcanzar el cielo.

En ocasiones se deja encerrar en la lamparilla doméstica de la vela enfermiza. Luego salta, libre, y ronda solitaria los lugares del romanticismo nocturno, así un fuego fatuo.

Como la llama, todo lo purifica. Tras de mi silla, en la celda de la Cartuja, hay un ladrillo que tiene marcada la huella de las patas del diablo. Pero yo he visto a Pilar pasar sobre él, pasar sin pasar, en uno de sus ígneos giros. Y ya sé, confiado, que cualquier maleficio está deshecho.

Aquí vivió un año Rubén Darío. Como todo el mundo, debió de tener el gran poeta aspectos mediocres o ridículos en la intimidad. Ninguna anécdota sobre esto ha subsistido aquí. Ha quedado la imagen del genio, que fue grandeza, y la de su vicio que fue una manera de grandeza también.

De la prosa, de lo cotidiano mezquino, nada ¿cómo es esto? El espíritu de Pilar ha pasado. Ha pasado la Pilar-llama, y ha consumido en su ardor noble cuanto era bajo o feo.

Llama dulce, llama amiga, en las tempestades de mañana, te divisaremos, desde la lejanía, como una lucecita de puerto que hay que dejar atrás, pero dispensadora de consuelo y seguridad con solo saber que existe.



                                                                                                         Xenius

FRANCISCO MADRID (Escrit a "El Diluvio" del 10 de maig de 1921)






Pilar, así la llamamos en la intimidad; Pilar, y así saboreamos su nombre como si fuese un sabroso dulce, Pilar.

Pilar es menuda, nerviosa e inquieta -esta santa inquietud espiritual que se refleja en su rostro-. Pilar sonríe a todo, con una risa entre maternal y de conformada hermana de la caridad. En los ojos de Pilar centellea una llama de genio y de dolor; de mujer aventurera y de mujer de su casa; de mujer que ha silenciado la posesión del secreto de la Naturaleza y quiere conocer el de la vida, estancada, no obstante, su existencia, en un remanso de paz mallorquina en el cual es constante el recuerdo cartujano de la muerte. Pilar anda con una serenidad -aunque sea paradójico- algo nerviosa, llena de un fuego de vida. Así son los gestos y las palabras de Pilar -¡sus palabras, que son pocas y que detiene en su boca como para gustarlas!




Pilar es una mujer de una fuerte sensibilidad, oxigenada constantemente por la pureza del campo y del mar mallorquín. Y en todas partes la sombra y la estela de Pilar dejan un perfume de santidad y de buenaventura, lo mismo en su casa, llena de cuadros y de chiquillos, que en la Iglesia de la Cartuja bajo la santa policromía de la luz cenital; lo mismo en el campo cuando pinta o como cuando se encarama a una roca lejana para mejor adorar una puesta de sol; lo mismo en el templete griego de Miramar, perfumado por las brisas de Paganía, como en la ermita perdida de Valldemosa... En todos los lugares por donde pasa Pilar queda un detalle, algo, en el que descubrimos el gusto y el cariño de Pilar. Porque Pilar ama todas las cosas con un amor pecador y santo.





Pilar abre las puertas de su casa a todo aquel que pasa por Mallorca y es amigo de las artes y de las letras y ha tenido en su casa a Rubén Darío y a don Miguel de Unamuno; a Gabriel Alomar y a Eugenio D’Ors; a Azorín y a Joaquín Montaner; a Santiago Rusiñol y a Sebastián Junyent y a otros que han llegado a Mallorca y han encontrado a esta dama, todo delicadeza y encanto.



Pilar Montaner de Sureda... Pintora, con un estilo propio, un poco descuidado y limpio, ha ido trasladando a sus telas lo que sus ojos vieron y ¡han visto tantas cosas y de tal manera, que sus cuadros son alma de su alma! No ha puesto ni más ni menos; ha pintado lo que ha visto con precisión y exactitud y de no haber mirado y admiraba como pintaba Pilar, diríamos que aquellos apuntes de las calas son ensueños del alma, fantasía pictórica de Pilar, porque parecen talmente bellas alucinaciones de un país de cuento infantil.

Pilar tiene una paleta rica de colores y un dibujo valiente, impresionista, impresionante e impresionable.

Cuesta creer que las pinturas de Pilar Montaner sean de una mano femenina, eternamente femenina, de una feminidad inquietante y cordial.

Pilar Montaner tiene una llama en sus ojos de paz, de paz, de paz,..

Francisco Madrid

                                        







ALBERT VIGOLEIS THELEN "La Isla del Segundo Rostro", 1953. Fragment




[...] La madre de Pedro, la princesa, que se llamaba doña Pilar, sabía ciertamente cómo se debe recibir a los invitados. No sólo era una dama de la aristocracia, sino también una artista, y, como tal, vivía en un estado de conciencia especial, lo que hacía que en ocasiones se olvidara de las conveniencias.





[...] la madre de Pedro era una señora de baja estatura, que se vestía con notable negligencia y era considerada una buena retratista. El rey había posado para ella, pese a que normalmente los reyes solo son retratados a partir de tarjetas postales. Resultaba turbador que también se llamara Pilar. Este nombre, que a mis ojos era el símbolo de la lujuria de la calle y del burdel, había acabado por determinar una categoría de mujeres en la que me resultaba imposible clasificar a aquella mujer que, incluso con su bata de pintora, toda llena de manchas, con la que recibía las visitas, no podía negar la nobleza de sus orígenes.






ANTONIO DE HOYOS VINENT ("El Día". Diario de la Noche del 2 de desembre de 1918)

 


[...] Yo recuerdo la mañana de luz en que, feliz y henchido de alegría de vivir amanecí ante la gama de azules cielo y mar en que se miraban las casas blancas, dominadas por la infinita nobleza de la catedral; recuerdo los paisajes, que algunas veces eran como admirables esmaltes; otras, tenían la gracia ambigua de las estampas japonesas; algunas, en fin, la línea torturada y retorcida de los paisajes de Doré. Líneas, luz, colores, todo es maravilloso y sorprendente en aquella isla de orfebrerías.








Comprendo la tentación de nuestros artistas, la atracción misteriosa e invencible a fijar aquello, a pintar aquello, a tratar de sobrevivir al “momento luminoso". Pero para ello hace falta sentir hondo y poseer el dominio de la técnica; y eso pocos lo poseen.

Mir, Rusiñol, Regoyos, Castellanos, nos han dado muy bellas visiones de Mallorca, y sin embargo... Sin embargo, entre las más hermosas, fuertes e intensas están las que ahora nos ofrece Pilar Montaner de Sureda. [...]


Antonio de Hoyos y Vinent





BALLESTEROS DE MARTOS ("La Mañana" del 10 de desembre de 1918)



[...]las obras [...]son de una virilidad, de una pujanza, de una intensidad que en nada parecen ser hijas de un temperamento femenino, antes al contrario, se las creería engendradas por la rebeldía moceril de un púgil de las luchas estéticas.




[...] no son cuadros que se juzgan; son cuadros que se sienten. Hay que poseer un alma lírica; hay que ser sensitivo. Si el latigazo de la emoción no ha sacudido el espíritu, esos cuadros han de parecer absurdos y falsos, pictóricamente considerados; porque lo que hay en ellos es el tesoro imaginativo y sentimental de una mujer prodigiosa, que siendo muy mujer es también muy artista.


Pilar Montaner no sólo sabe ver el paisaje, sino que lo siente y, además, sabe expresarlo como lo ve y lo siente, rara cualidad que sólo logran alcanzar los grandes artistas.
Esta es una pintura realista, en la que la autora, sin prejuicios ni preocupaciones, se entrega por entero, ansiando fundirse con el natural, arrancar los secretos estériles con que la realidad le embriaga. Y lo consigue; porque esa misma embriaguez que ella sintió al pintar sus cuadros, la sentimos nosotros al contemplarlos.
                                                                                   
                                                                                     Ballesteros de Martos


CATY JUAN DE CORRAL "El hombre en la pintura de Pilar Montaner" (1986)



[...] Situémonos en 1906, cuando Don Juan Sureda escucha con atención el consejo del pintor Sorolla, que le recomienda: “Hágase niñera de sus hijos y que su mujer pinte”. Palabras que significaron el aprobado al retrato exigido por el maestro, con el fin de diagnosticar si la fiebre pictórica de Pilar Montaner era pasajera o crónica.

Joaquín Sorolla, Pilar Montaner, Clotilde García del Castillo, Juan Sureda y otros excursionistas, Cala Sant Vicenç 1919

La obra pintada por la futura discípula, descubrió a Sorolla el temperamento y valía vocacional de Pilar Montaner. Mujer joven, ¡y madre ya de tres hijos! Mujer de mirada profunda y firme.
La fuerza de sus ojos chocaba con el cuerpo, delicado y que nunca podría haber servido de modelo a Rubens o a Pablo Picasso.

[...] Pilar Montaner dibuja y pinta con pasión, exigiéndose a sí misma. Conquistada por la luz e imponiéndose su poder creacional. Los compañeros de taller le preguntaban asombrados que cómo se atreve a pintar como el maestro no quiere. A lo que ella contesta escuetamente:

“Porque así lo veo yo". La tela trabajada era muestra patente de su personalísimo quehacer.



[...] Este último [estudio de Valldemosa] era fantástico, según expresión textual de Emilia Sureda. La escalera que conducía a él, tenía nombre de Virgen y de carabela. Se llamaba Santa María. Para llegar al estudio, había que ganar un puente que cruzaba por sobre la escalera, comunicando con el ala derecha e izquierda del piso superior. Ya en el estudio, la vista quedaba prendida en la pared frontal, donde los cuadros de desnudos de diferentes épocas se imponían por su gran belleza. Había una mesa descomunal, repleta de apuntes y bocetos que hoy se catalogarían como obras terminadas en espera de firma. Notas frescas, limpias de color y trazo seguro. Espontáneas y con un dominio del dibujo sorprendente.


El caballete, en el centro de la estancia, y a unos pasos, la paleta ¡enorme! que a veces ofrecía una visión de color, abstracta y bellísima.

Pilar Montaner ¡ya es pintora! y su marido contempla obra y mujer con entusiasmo y pasión.


                                                                                   Caty Juan de Corral